¿Las oímos?
Virginia sí las oía. A
veces frente a una ventana, en el crepúsculo, cuando las formas del jardín iban
disolviéndose en la oscuridad. Entonces, el anzuelo cayendo hondo, hondo al
fondo del río, a tientas por los pasadizos del pensamiento donde viven las
palabras— “tan impalpables como las sombras de las mariposas nocturnas en el
cielo raso” – que solo es posible esbozar en la propia habitación. Virginia
dando materia a esas palabras huidizas, ingobernables, en trazos de tinta verde
marca SWAN (Cisne) sobre cuartillas de
papel azul claro— ondas en el estanque… La mirada detenida en el reflejo del
espejo colgado en un cuarto solitario cuando asoman “tímidas criaturas, luces y sombras, cortinas
ondeando, pétalos cayendo” – los pétalos como la felicidad… Virginia sacando
las palabras de las jaulas de los Padres, quitando la maleza, inaugurando
sendas para que las mujeres escribamos libres, al vaivén de las olas, mirando “los
árboles y el cielo tal como son”, “en presencia de la realidad”, eso “que queda cuando la cáscara del día ha sido
arrojada por la borda”… Con Virginia, por Virginia, gracias a Virginia, entre
todas haciendo que renazca una y otra vez la poesía no escrita de Judith, la
hermana de Shakespeare; atentas a las campanillas.
Un 25 de Febrero como hoy (en 1882) nacía Virginia Woolf.
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