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sábado, 25 de enero de 2014

¿Oímos el tintineo de las campanillas?

“¿Oímos el tintineo de las campanillas en el camino?”, pregunta
la mujer del cuento de Virginia Woolf “Tío Vayna” en el teatro, apoyando la barbilla en una mano y mirando a la muchacha en el escenario.
¿Las oímos?

Virginia sí las oía. A veces frente a una ventana, en el crepúsculo, cuando las formas del jardín iban disolviéndose en la oscuridad. Entonces, el anzuelo cayendo hondo, hondo al fondo del río, a tientas por los pasadizos del pensamiento donde viven las palabras— “tan impalpables como las sombras de las mariposas nocturnas en el cielo raso” – que solo es posible esbozar en la propia habitación. Virginia dando materia a esas palabras huidizas, ingobernables, en trazos de tinta verde marca SWAN  (Cisne) sobre cuartillas de papel azul claro— ondas en el estanque… La mirada detenida en el reflejo del espejo colgado en un cuarto solitario cuando asoman  “tímidas criaturas, luces y sombras, cortinas ondeando, pétalos cayendo” – los pétalos como la felicidad… Virginia sacando las palabras de las jaulas de los Padres, quitando la maleza, inaugurando sendas para que las mujeres escribamos libres, al vaivén de las olas, mirando “los árboles y el cielo tal como son”, “en presencia de la realidad”,  eso  “que queda cuando la cáscara del día ha sido arrojada por la borda”… Con Virginia, por Virginia, gracias a Virginia, entre todas haciendo que renazca una y otra vez la poesía no escrita de Judith, la hermana de Shakespeare; atentas a las campanillas.

Un 25 de Febrero como hoy (en 1882) nacía Virginia Woolf. 


       


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